La nutrición como salvavidas dental
Se dice que “somos lo que comemos” y ninguna parte del cuerpo como la boca, el túnel de entrada de la alimentación, para constatar cuáles son los efectos en el organismo en función de las pautas alimenticias. En este escenario, la campaña ‘Salud Oral y Nutrición’, impulsada desde finales del año pasado por el Consejo de Dentistas, se erige como una útil herramienta para saber cuáles son los hábitos más adecuados para garantizar una óptima salud bucodental.
La concienciación ciudadana sobre la importancia de la nutrición en el estado de dientes y boca es fundamental para corregir malos hábitos y alcanzar una dieta equilibrada como salvoconducto a la mejora, no solo de la salud bucodental, sino también en la prevención de graves enfermedades.
De este modo, varios estudios reflejan que la mala salud oral incrementa el riesgo de enfermedades crónicas. Está demostrado, por ejemplo, que las enfermedades periodontales están asociadas a la diabetes, a patologías vasculares y a algunos tumores o que la falta de piezas dentales obliga a una ingesta dietética deficiente que se vincula a problemas cardíacos y/o renales.
Si se pasa al terreno de lo concreto, ciertos alimentos como algunas frutas ácidas, almidones, azúcares simples y bebidas carbonatadas pueden deteriorar el esmalte de los dientes, potenciar el desarrollo de la caries o aumentar el crecimiento de bacterias dentro de la boca, tal y como se advierte en la página web específica del Consejo de Dentistas (www.saludoralynutricion.es). No se trata de eliminar esta enumeración de alimentos de la dieta sino de modular su frecuencia. A veces basta espaciar las comidas y hacer trabajar menos a la dentadura para que su conservación sea más sencilla.
En síntesis, hay unas simples pautas que favorecerán una buena salud oral: ingerir alimentos ricos en calcio y proteínas, comer frutas y verduras y beber suficiente agua. En el capítulo de las vitaminas hay cuatro, por estricto orden alfabético, que redundan en la salud oral.
Así, la A ayuda a mantener sanas las mucosas y el flujo salivar al tiempo que ayuda al bienestar de las encías, la B ayuda a reducir la inflamación y el dolor de las llagas bucales, la C es esencial para prevenir la inflamación de las encías y, por último, la D ayuda a regular los niveles adecuados de calcio y fosfato en la sangre.
Si bien el riesgo es genérico, hay tres colectivos de alto riesgo como son las embarazadas, los niños y los mayores de 65 años. En el primer caso, las náuseas, la boca seca o el aumento de hormonas propio de este periodo influyen en la salud oral de la mujer y, por tanto, una nutrición adecuada es todavía más importante.
En el caso de los niños, vaya por delante que la caries es la primera enfermedad crónica infantil. Como dato, entre 5 y 11 años al menos un tercio de los niños tiene una caries con mayor repercusión en las familias más vulnerables. Por último, respecto a los mayores, la mala masticación empeora el nivel nutricional y, por tanto, la alerta en la dieta ha de ser máxima.